martes, 10 de julio de 2012

Dos Almas

De momento el título es temporal, pero refleja un poco de qué irá la historia más adelante. Hace tiempo que intento escribirlo, y la verdad es que de todas versiones, esta es la que menos odio. Ya que la publico aquí, me obligará a seguir con la historia, y a ver si así consigo acabarlo, y no dejarlo tanto de lado. Bueno. Aquí la primera parte, corta, e improvisada. Creo que acabaré por volver a cambiarla, ¿pero por qué empezar ya?






Hoy hubiera deseado que el día no comenzara, o como mínimo que estuviera en coma. Mientras se incorporaba, una cara inexpresiva estaba siendo iluminada por la ventana situada al pié de su cama. Con desgana y mucha dificultad se arrastraba hacia el aseo. Mientras insultaba al chico joven y moreno del espejo, realizaba automáticamente toda su rutina matutina.
De hecho no tuvo su mejor semana y todo apuntaba a que hoy no iba a ser una excepción. Una vez en la cocina, con el pijama arrugado y en una situación no muy presentable, buscaba una taza donde servirse el café, el cual tomaría intentando ignorar las náuseas que le producían los desayunos recién levantado. Normalmente se hubiera tomado unos 45 minutos para adaptarse a la mañana, pero no disponía de mucho tiempo. Eran ya las siete y diez, y a y media debía coger el bus para no llegar tarde al instituto. Aunque no sería la primera vez que lo hacía, por lo que un retraso de unos diez minutos no supondría un problema para el profesor. Además, su conflictiva clase sería suficiente para distraerlo y hacer más perdonable su tardanza.
Alzó su cabeza para calcular el tiempo restante, y encendió la radio. La verdad es que no suele prestarle atención aunque le relajaba la idea de estar informado en todo momento. Miraba su café humeante y con algún esfuerzo dio unos sorbos. Sus padres estaban trabajando, y su hermano mayor ya se disponía a ir a la universidad. Este le saludó tirándole de su cabellera negra. Le hubiera pegado si tuviera las ganas de hacerlo, tal y como lo llevaba todo no estaba de humor para bromas, pero estaba todavía algo cansado.
-¡Eh! Demian, como no te acabes ese café, hará falta más que una justificación firmada por mí para convencer al director dejarte entrar de nuevo.
-¡Déjame en paz!-espetó.
-Ya te has vuelto a levantar con el pié izquierdo ¿verdad? Si es así, es mejor que me vaya. Te vuelves insoportable- acto seguido se arregló su pelo engominado- ¡Por cierto! Mamá te ha dejado el dinero del almuerzo en el salón y me ha dicho que te prepares la comida y la cena otra vez al volver. Por lo visto ellos tienen que irse a Castellón, así que llegarán si no es tarde, mañana- y con un leve gesto se despidió.
-Vaya novedad. Podrían vivir en la empresa. Por lo menos así tendría la casa…- ya era tarde. La puerta se cerró- … más ordenada.
  Él no era en absoluto así. Solía bromear con él, o fingir estar despierto en  la cocina cada vez que  pasaba por allí mientras disimulaba su somnolencia con una sonrisa. Pero ahora no tenía ganas de nada, y menos dormir. Estaba cansado pero sin sueño. Con la mirada perdida recordaba cómo ella reaccionó aquel día, la mirada de los demás, y su frio corazón encogido. Se golpeó la cabeza para distraerse con el ligero dolor y se centró en terminar su bebida caliente. Nada más acabar cogió su chaqueta negra,  vaqueros azules, y una camiseta ajustada blanca antes de irse con su mochila.
En la parada del bus un señor le preguntó por la hora, pero él fingió tener los cascos a volumen muy alto. Al mirarlo de reojo pudo leer en sus labios una maldición. Pensó que a lo mejor se lo merecía, pero obviaba que aquel hombre no supiera por qué.
Los coches pasaban a gran velocidad por la carretera. A Demian le pareció sensato tirarse entre los vehículos. Sería mejor que verla a ella, o a sus “amigos”. ¿Qué tenía que perder? Sus padres rara vez están en casa, y si los ve siempre le estaban criticando su comportamiento, sus dibujos, y por qué no decirlo, su forma de ser. Podría considerarse la oveja negra de la familia. Solo poseía una buena relación con su hermano mayor. De hecho todo lo que sabe es gracias a él. Y fuera de la familia, lo había perdido todo en una sola noche.
El bus llegó.
-Demian, ¿cuál es la escusa de hoy? ¿Sabes que llevas bastantes retrasos sin justificar? Otro más y se te considerará  abandono a la asignatura- El profesor de filosofía, Esteban.
-No vayas tan rápido, tengo sobresalientes en dos de tus exámenes, y este tema va encaminado a la misma nota. Así que por unos retrasos dudo que se me vaya suspender filosofía. Eso más bien deberías decírselo a los que no hacen nada en todo este curso- Demian pudo notar cierto desprecio en las miradas de sus compañeros de clase. A lo mejor ese comentario ha dado por aludido a alguien, bueno, tampoco importaba, no tenía una estrecha relación con ellos.
Se sentó en su habitual sitio, al lado de la ventana. Recordó que antes él, les había ayudado muchas veces con sus problemas, pero rara vez le trataban con un poco de respeto. No es que exigiera ser la persona más importante del instituto, pero al menos que no se rieran de él por cada error que cometiera.- “Despierta Dem, no les debes nada, y mucho menos la consideración que nunca te dieron”-pensaba.
-Hoy seguiremos con el paso del Mito al Logos- anunció Esteban-. ¿Alguien me podría definir lo que es un mito?
-Son relatos inventados para dar explicación al mundo que rodeaba a los antiguos- Dijo Tía. Su corto pelo le llamaban la atención a Dem, los colores le recodaban a Hayley Williams. Además su palidez contrastaba bastante.
-Sería correcto. En ellos participaban seres con dones extraordinarios, los Dioses. Se decía que con los mitos además de explicar los procesos físicos, también eran los que otorgaban a los humanos una razón de vivir, es decir, dar sentido a sus vidas.
Dar sentido a la vida de la gente. Eso ahora era lo no encontraba. ¿Por qué pasar por todo lo que está pasando ahora? Mitos, suena disparatado creer que los dioses existían, pero  era un tema que desde pequeño trataba. Era demasiada casualidad que tantas culturas tan dispares hayan creído firmemente en alguien que les superaba, los que les han enseñado cómo organizarse. Convivir, socializarse, afrontar la vida, y no temer a la muerte. La vida era una prueba para llegar al otro lado. ¿Para llegar a dónde exactamente? Cielo, Hades, Helheim, Duat… ¿Merece la pena morir para ir allí, o la merece más vivir aquí? De todos modos no es algo que le importara, por ahora.

0 comentarios:

Publicar un comentario

Guía Mental