viernes, 24 de agosto de 2012

El día 26

Este relato surgió de mis dudas acerca de las personas con ciertas dificultades para la sociabilidad. Todos los que nos hemos educado en una sociedad necesitamos estar con alguien. Pero en cambio no todos tienen la facilidad de toparse con la persona adecuada y dedicarle unos minutos para conocerse mutuamente, y de ese modo ser amigos, o incluso más que eso. Te recomiendo que no desperdicies cada momento que se te presente para ello. Si eres vergonzoso/a te propongo una cosa. Seguramente alguna vez, mientras esperabas algo, o alguien en la calle, en un parque o donde sea, habrás oído a alguien a alguien hablar o comentar algo sobre algún interés tuyo. Ármate de valor dile algo. Las personas valen mucho, te lo aseguro. Pero ten en cuenta esto. Nunca te topes con un ser humano, no suele ser buena idea. Más adelante te comentaré como diferenciar una persona de un ser humano. 





Mi corazón palpita ahora más que nunca en mi vida. Sé que no hay otro modo, esta es mi única salida. De otro modo volvería al principio.
La noche era cálida, y agradecía cada brisa fresca que me acariciaba. La luna teñida de roja me seguía vagando por aquel puente –casi afirmaría que ya conoce mi destino-, mientras me acompañaba  la única persona que yo creía que me protegía. Descubrí que caía en sus engaños para que fuera el único en su vida. Él me encontró cuando yo era nada más que un niño. Al igual que yo, estaba solo, y como siempre me solían repetir, “una pena entre dos, es menos atroz”. Soledad era lo que teníamos en común, y era aquello que nos mantenía unidos. La gente, con aires de superioridad, no aceptaba esa unión. Nos miraban como si fuéramos dos extraños en un pueblo pequeño. O por lo menos me miraban a mí. Pero aquella amistad acabó no hace mucho. Él acabó desquiciado, loco, inmerso en sus obsesiones, yo. Y esto tiene que acabar.
Soy Bel. Hoy es día 26, y por un breve tiempo estuve contento. Durante ese momento que no aparecía por mi mente, estaba callado, y creí que a lo mejor, con suerte, muerto.
*Sonrío.
Pude centrarme en la vida sin pensar mal de los demás. Él me obligaba. Mis amigos confiaban más en mí, o eso sentía. Rio sin necesidad de saber por qué, y la risa me hace acurrucarme en el calor de mis camaradas. Días ocupados de favores agradecidos y noches saturadas de citas comprometidas. No hay rastro de él. ¿Tan fácil ha sido?
Si hubiera hablado con ella, su crítica hubiera sido “Qué eres tú para ella. Nada. Ni te estima ni te aprecia”. De él habría dicho “Sus carcajadas no son de compañerismo. Se jacta de ti. ¿Qué clase de respeto crees que te mereces?”. Día tras día con esas torturas cubiertas con falsos cumplidos. “Ellos no te merecen. No confíes. Solo estamos nosotros”. Antes no tenía amigos y él estuvo a mi lado. Y entonces tampoco los tuve, solo me permitía llamarlos “conocidos”. Aún así, les miraba con recelo y soberbia.
Demasiado tiempo sin hacerle frente. “No te atreverás” me insinuaba, “dependes de mí. Estabas solo cuando te conocí  y sigues estándolo ahora.”, y yo, necio, cedía a sus deseos. Pero el 16 le planté cara. Al principio le grité con todas mis fuerzas. Ni se inmutaba. Esa fue la gota que colmó el vaso. Harto, corrí hacia él y él hacia mí. Detrás de la vitrina gente asustada. Un solo impacto. Hice lo que no se esperaba.
 Pequeños cristales adornaban mis brazos y piernas. O por lo menos eso alcanzaba a ver. Y los llamativos ríos carmesíes sorteaban esos obstáculos transparentes incrustados. Ha merecido la pena. Le he hecho daño, estaba seguro.
*Sonreí y cerré los ojos. 
Era 18 por la tarde. Dos días después. La habitación blanca lejos de relajarme me enervaba.  Si presto atención, ¿estará ahí? Silencio. Exquisita ausencia de mentiras. Ya no hubo un nosotros. Solo yo. Libre. Podía creer en alguien. Ya no estaba él para impedírmelo.
Han sido días merecedores de mi júbilo. Puedo quererla, y confiar en ellos. No necesitaba una crítica constante. Lo sabía y podía creer en ellos.
 Una noche como cualquier otra desde mi libertad. Una “quedada”, ya comenzaba a acostumbrarme a esa palabra. Era donde siempre, el pub que frecuentábamos. Ellos estaban dentro, esperándome. Sentía que mi vida estaba a punto de dar un nuevo giro hacia un nuevo destino. Pero cuando me disponía a entrar, pasó. Era un susurro ahogado. Pero lo reconocía. Estaba seguro, era él. El giro no llego a cambiar mi sino. –¡No! No pasará otra vez-pensé. Les dije que volvería pronto. Necesitaba mentirles. Les haría daño. Y no podía permitirlo. Fingí tener prisa hasta que me alejé tres calles del lugar, entonces, dejé de correr.
La calle era ancha. Y la noche iluminaba el puente. “¿A dónde vamos?”  Me pregunta. Es estúpido, responder a lo que ya sabe.
-No les volverás a ver.
-¿Cómo estás tan seguro? He visto arrepentirte demasiadas veces.
-Para ser tú, te noto algo temeroso.
El silencio predominaba en aquel lugar. No ha contestado a mi afirmación. Comenzaba a turbarle.
Me apoyo en el bordillo del camino flotante.  Me mordí el dedo y garabateé en el frio pasamanos metálico.
-¿Estás seguro de hacerlo? ¿Así piensas acabar conmigo?
-Lo sabes perfectamente. De hecho has conocido mis intenciones cada día desde que te conocí. Sabías cuando respiraría y cuándo me faltaría el aliento. Así que  por favor, no finjas más desconocer mis actos.
-Éramos amigos, yo… lo hacía porque tenía miedo de caer en el olvido, no quería acabar ignorado.
-Lo sé.  Pero ahora has demostrado que no puedo empezar mi vida sin que estés como un intruso, acechándola. Lo siento mucho, ojalá hubiera otra forma. Pero tú y yo sabemos que este es el modo.
-Y esto que has escrito. ¿Es para mí?
Miraba al vacío. Me subí al pasamanos, y haciendo equilibrio observaba la noche.
-¡Dímelo Joder! Necesito creerlo. Necesito creer que todo lo que he hecho no ha sido en vano. Solo quería protegerte…Protegerte.-Grita.
No dije nada. Le oía jadear. Y entre cada exhalación de aire, escuchaba el silencio. Parece que todo estaba preparado para esto. En mitad de la ciudad sin un alma testigo de lo que estaba a punto de hacer.
-Está bien. Vale, lo he entendido. Pero  antes de todo, quisiera preguntarte algo que has descubierto para ti mismo. Quisiera que me dieras la respuesta que te hizo libre. ¿Quién soy?-Me pregunta.
-He estado pensando sobre ello. Nos conocimos el mismo día en aquel parque de pequeños ¿Te acuerdas? Compartíamos muchas cosas. Éramos casi hermanos gemelos. Pero…No te puedo contestar a esa pregunta. Solo te puedo decir que ya sé quién no eres. Yo
Esa respuesta fue un duro golpe. Notaba su miedo. Lo sentía. No sé si me hervía la sangre a causa mía o suya. Pero eso no importa. Ahora está asustado. Y yo por fin tengo el control.
Rendido me dice-Tu ganas Bel. Has vencido. Gracias por soportarme todos estos años. Hay algo más ¿Son buena gente?
-Sí. Después de todo siento decir que te has equivocado con ellos. Merecen lo que les voy a dar y más. Me alegro de que no les conozcas.
-Supongo. No se si decir que te has salvado a ti, o a ellos, pero de todas formas gracias. Es lo único que puedo darte. Gracias amigo, y adiós Bel.
-Adiós…Bel. Y por cierto. Lo que he escrito, también va por ti.
-¿Qué?
Hoy es día 26.
*Sonrío, cierro los ojos, y caigo.

Al día siguiente, por la ciudad circuló la noticia de la muerte de un chico. Dicen que era alguien normal, que vivía su día a día con total naturalidad. Sus amigos les lloran su pérdida, desde aquel entonces cada vez que pasan por aquel puente. Además, con dolor, alegría, o nostalgia, observan aquello que les dejó antes de irse. El joven Bel, les dio las “Gracias”. Era todo lo que se podía leer en aquel pasamanos, escrito en rojo. En aquel momento era lo único que podía ofrecerles, y lo más valioso que poseía. Pero lo que nunca entenderán era que aquella dedicatoria también iba dirigida a aquella persona de la que Bel les quería salvar. Pero no importaba. Después de todo, eran amigos.

Guía Mental